lunes, 16 de agosto de 2010

No mates a un ruiseñor


Hace unos días y a propósito de la condena a muerte por lapidación de una pobre inocente en Irán víctima del fanatismo religioso y del machismo mas exacerbado, comentaba con un amigo y también habitante de la blogosfera, lo profundamente asqueado que me siento de pertenecer a la misma especie tanto de los jueces que condenan como de los cientos de verdugos callejeros que ejecutan la sentencia. Gentes que amparados en la sombra del que se le aproxima para hacer lo propio con la suya arrojan en forma de piedra todas sus insatisfacciones, traumas y demás mierda mental sobre ese débil y desvalido ser humano.
Se, soy consciente de ello, que hay, que existen en las profundidades más abisales de los miles de millones de personas que habitamos esta esfera viajera del Universo, unos miles, quizás algún millón de individuos que piensan y sienten de otra manera. Y sobre todo son conscientes de todo eso que genera su materia gris. Hablo de ese ser consciente de ello porque creo que en el fondo y al final de todos nuestros actos siempre sabemos si hemos actuado de manera correcta, no sé de acuerdo con que reglas exactamente , pero es aquello de sentirnos bien con lo que acabamos de realizar.
Estos u otros ejecutores de este tipo de sentencias y otras parecidas no creo que salvo enfermedad mental cierren los ojos con tranquilidad cuando se les acaba el día.
Hoy, hace un rato, algo me ha hecho recordar todo esto que acabo de escribir y reflexionar sobre ello y alguna que otra cosa más. Es, se trata de una película, solo una película, aunque quizás sea de las mejores que he visto nunca,….. Matar a un ruiseñor.
La historia se desarrolla en el sur de los EEUU hace casi un siglo,…. aunque bien podría darse todavía actualmente en muchos sitios de nuestro “moderno” mundo…. y es un triangulo formado por un pequeño pueblo, sus habitantes y una forma mayoritaria de ver la vida. Entre sus habitantes están Atticus y su familia. Este abogado es un hombre sereno, reflexivo, responsable, generoso e inteligente. Sus hijos Jem y Scout se forman de esas cualidades, de sus palabras, pero sobre todo de sus actos. Un hombre que piensa que para comprender a sus semejantes se ha de intentar ver las cosas desde su punto de vista, de calzarnos con sus zapatos y caminar con ellos. Solo esa manera de comportarse hace que sea respetado profundamente en el pueblo a pesar de sus ideas.
Desde el mundo de los niños, ese lugar mágico y lleno de fantasía donde todo es aventura y diversión, la historia se va adentrando en el universo de los adultos, un territorio cuajado de fanatismo, odio racial e injusticia social.
El prestigio de Atticus va a meterle de lleno en una lucha por la defensa de los derechos de un ser acusado de algo que no ha cometido. El conflicto está servido y será un enfrentamiento con una sociedad y unos individuos que no comprenden que se puedan hacer cosas por pura generosidad y dignidad. Solo por poder andar con la cabeza bien alta como Atticus les dice a sus hijos. Desde este momento se suceden escenas y diálogos que van subiendo el tono magistral de la película, con dos partes diferenciadas. Hasta que empieza el juicio y desde ahí hasta el final de la historia. La primera parte termina con un alegato lleno de ternura en defensa de Atticus por parte de la pequeña Scout frente a la chusma hostil y linchadora. La segunda, aunque no es el final de la historia, termina con el alegato final de Atticus en defensa del acusado. Algo que recomiendo leer porque es un resumen de lo que Mulligan, el director nos quiere contar. Es una declaración contra el racismo, los prejuicios, la hipocresía y contra el sistema de justicia y los jurados populares. Y esto en boca de Atticus, un hombre que ante la violencia de un escupitajo responde cerrando los puños y con una mirada llena de dignidad hacia su agresor cobra una fuerza que realmente resulta emocionante.
El tramo final de la película es fascinante, plagado de escenas y diálogos llenos de justicia, ternura y emoción. Con un Attticus abrazado a su hija Scout y prisionero de sus palabras….hay hombres destinados a realizar las tareas desagradables de los demás y….NO MATES A UN RUISEÑOR porque solo están aquí para cantar y regalarnos los oídos. Admiro a este hombre y más a lo que representa.
Completando todo esto, un Gregory Peck genial, dándole vida a ese Atticus desde una actuación en la que nos deja todos los matices expresivos del personaje. Mary Badham, Scout la hija de Atticus,sublime y con una credibilidad pasmosa. La música de Elmer Bernstein, el B/N, la fotografía, todo en definitiva hace de estas 2 horas una maravillosa obra del Séptimo Arte.

2 comentarios:

José L. Solé dijo...

Atticus Finch! Ese nombre, ese hombre, imposible de olvidar, nunca estuvo mejor Gregory Peck, aunque tambien lo borda en "Horizontes de grandeza", otro rollo... Esta peli es de aquellas que siempre quedan en el recuerdo. Como bien dices el juicio divide la historia en dos, aunque siempre con el nexo común de la vida, en sociedad cerrada, en ese pueblo de Alabama durante la depresión americana (¿corren malos tiempos? - los negros tienen la culpa), esas conversaciones del padre con los hijos (estupendos los dos niños) en el columpio del porche de la casa son inmensas, antológica defensa del respeto y la educación como piedra angular en la formación de las personas, algo más que historia del 7º arte, todo un ejemplo de dignidad, la cabeza bien alta y la conciencia tranquila, eso no tiene precio!
Pasote tambien el papelazo de Robert Duvall...

Una obra maestra.-

festeig dijo...

Es cierto Krust lo del papelón del Duval. Breve pero una pasada. Esa escena casi al final en la que Scout lo descubre con la mirada detrás de la puerta..uuufff todavia se me pone la piel de pollo....con esa expresión de ausencia pero diciendo muchas cosas al mismo tiempo. No me cansaría de hablar y escribir de esta historia joder. La tendré que ver otra vez para saturarme un poco de ella.
Abrazo Krust y nos vemos en la próxima sesión.